3.6.13

El Soumaya y la bestia.



El Soumaya obra del Arquitecto Fernando Romero es un edificio hermoso y emito el siguiente juicio no en defensa de su peculiaridad pues es claro que es único, sino apelando a la perfección de su naturaleza. Su forma escultural destaca de entre los millones de bloques incipientes que lo amurallan, cuadra tras cuadra de la capital los edificios forman cañones ortogonales de extensión infinita, muros de gran altura que albergan a la población humana de la ciudad, contenedores grises que se repiten variando mínimamente uno respecto del otro, cicatrices de un pueblo que ha olvidado el presente y persigue un futuro que no llega nunca; construcciones no edificadas, vacuedad objetual pura. De entre tantos cubículos humanos pocas son las piezas urbanas que explotan la plasticidad del objeto, estructuras minerales primitivas con fines de lucro y no de vida. Lo más rápido, lo más barato y lo más comercial ha invadido virulentamente la gestión arquitectónica, pero no la obra de Romero. No, no, no, gracias Romero por exagerar y pervertir el paisaje, por fin un respiro de frescura entre tanto estupor, el Soumaya gana la batalla contra repetición y de qué manera ¿Qué no lo ven? Su forma más que parecer editada por un arquitecto es simplemente caótica, como un organismo que decidió plantarse en nuestra ciudad, todavía espero que empiece a respirar o a reproducirse, eso, que se reproduzca sería perfecto.

Gran día cuando estuve frente a él por primera vez, oh Soumaya tu belleza es única. A distancia uno no puede evitar verlo y sucumbir ante su peculiaridad, ahí nada más entre sus congeneres inocuos, como murallas de espejo esperando contagiarse de su perfección, pero no pueden, ellos son esclavos de su programa, oficinas y trámites nada más, lo de siempre, la repetición. A sus pies no pude evitar rodearlo con la cabeza en alto, observarlo con disfrute, tratando con guardias que buscaban obstaculizar mi camino pero no lo permití. Lo rodeo y mas me enamoro, me despierta cada reflejo sobre su curvada fachada infinita, se que Bellas Artes esta celosa de no ser mas el único ejemplo de arquitectura despampanante en la ciudad, si tan solo el Arquitecto Boari viviera, hubiera sido para él un deleite visitarlo.

Al interior, de su pomposa fachada no queda nada, un abrupto y blanquesco lugar se desenvuelve para el visitante desde el acceso principal y de remate ¡Pum! El pensador, ahí cobijado de nada, sólo con sus ideas que son las de todos. De tanta blancura uno corre peligro de golpearse con la curva que hacen las rampas con los muros o de caer víctima de las circulaciones sin barandales y es perfecto, ya estoy cansado de tanta accesibilidad y cuidado por la verticalidad ¡gracias Romero por proyectar peligro! Un edificio que no solo esta ahí para lo otro sino que se postra seguro y orgulloso de formar parte de la experiencia. La colección del museo es basta y espectacular es cierto, tal vez no de talla mundial ni correctamente curada pero el marco que la tiene ¡Uf! no pude quitarle los ojos, ni los pies, ni las manos. Entre mas escalaba mas me olvidaba que aún existía un afuera o que estaba en un museo, negue el contexto para sumergirme de lleno en él y que grato fue.
La belleza ha ido perdiendo sus dotes de originalidad frente a la nueva belleza que proclama uniformidad; la belleza que es digna de un espectacular de Periférico o de las entrepáginas de alguna revista social ¡Menos maquillaje y mas fachada! ¡Menos repetir y mas experimentar! ¡Mas Soumaya y menos MUAC! El Soumaya es estandarte de la belleza mexicana por permitirnos criticarlo tanto y con tanta pasión, por haber sido creado bajo tanta tempestad y por ser una total exageración. Es perfecto ejemplo del edificio imponente que no se esconde ni se justifica, no responde a nada ni a nadie, ahí nada mas siendo caprichoso. La obra de Romero debe considerarse sin lugar a dudas bella y nada menos, que importa si es un museo o no, que importa cuanto costo y quien lo patrocinó, que importa su procedencia y su finalidad, esta ahí para todos, como si siempre lo hubiera estado; es mío y tuyo, pobres arquitectistas que se refugian en la critica cegados por la repetición y la seguridad de lo que es comercial, pobres pues no pueden ir mas allá para disfrutar de su magnificencia condenándolo por ser diferente. Gran edificio. Gran lugar.  

¡Viva Soumaya!

Saludos.

2.6.13

La paradoja del Arquitecto


Al momento de redactar estas palabras me encuentro sentado sobre una silla, en una habitación, en un departamento, en un edificio, en una manzana, en una colonia, en una ciudad, en un país, en un continente, en un planeta, en el espacio/tiempo; pero me interesa más definir donde soy. Donde, refiriendome no a mi lugar en el espacio sino a la referencia objetual que me contiene, la referencia que límita mi percepcion y dicta mi actuar, donde, como en un lugar que existe solo si eres humano, donde soy lo que estoy siendo. Donde estamos todos. El donde que ha definido lo que somos como especie y dicta de manera totalitaria las acciones que llevamos a cabo como individuos y como conjunto. Este donde que es humano y solamente humano requiere de la interacción de un alguien para existir, el donde que es edificado y edifica simultaneamente. Donde, no es un lugar, es una condición constante y eterna, sin donde, no se es. El donde pertenece y hace pertenecer pero no para si, sino para otro.

Somos todos dentro del límite corporeo, el primer y único lugar que se habita desde la gestación, el donde que aparece con nostros y se comporta con nosotros para nosotros, el primer lugar a edificar, la prioridad máxima de habitabilidad. Diferente a cualquier donde que podamos percibir, el cuerpo es el último limitante de nuestro existir, somos en el y estamos indefinidamente anclados a nuestra naturaleza biológica. Este donde es el que define el como, el cuando, el porqué y el quien, el donde no puede definirse nunca con exactitud para nadie, puede percibirse en fracciones construyéndolo para uno con las habilidades que el donde biológico nos provee. Para todos, en todo momento somos donde.

Donde yo estoy no puede abstraerse al nivel que este medio me obliga, mi donde es para mi y solo para mi en todo momento, es el mismo donde que nos tiene a todos, siendo este intransferible e incomunicable, es yo y yo soy él. A otro nivel epistemológico donde, es un lugar que puede definirse por referencia, un lugar nombrado: el mar, la casa, la silla, la calle, la ciudad, el planeta, el espacio, el bosque, un árbol o el internet, todos construyen para nosotros el artificio del lugar manipulable y manipulador, son ahí nada mas hasta que se interactua con ellos, hasta que se perciben y se consumen. El lugar nombrado ha adquirido su naturaleza humana por consecuencia de su interactuar con la especie ¿Para qué sirve el lugar? ¿Cómo lo habitamos? ¿Cómo nos afecta y manipula? ¿Como lo afectamos y manipulamos? pero aún mas importante ¿Quién lo manipula y para qué? El Arquitecto o ¿El Arquitecto? Digamos que coloco a un humano dentro de una habitación cúbica homogeneamente iluminada sin vanos en los muros, acompañado de una mesa y sobre ella un vaso y una jarra con agua; digamos también que este humano tiene sed; digamos entonces que mi humano toma la jarra con su mano derecha, toma el vaso con su mano izquierda acercándolo a la jarra y vierte el contenido de la jarra dentro de los límites del vaso, bebe el agua y regresa el vaso y la jarra a su posición inicial sobre la mesa. Si en el pequeño universo límitado de la habitación solo existe el humano y es él, quien a partir del contexto dado manipula el objeto fundamentado en su propio conocimiento, memoria y análisis del lugar entonces  ¿Esta tomando el papel de Arquitecto, Arquitectura y habitante simultáneamente?  ¿La edificación del acto lo convierte en parte del edificio?


Si expando la habitación cúbica indefinidamente, reproduzco al humano por millares y sustituyo el vaso, la jarra y su interacción por la infinidad de variables posibles de esta realidad ¿Cómo saber quien es el Arquitecto si este se define por el lugar nombrado por los otros, si el lugar se define por quien lo ha nombrado y el nombre es consecuencia de nuestra interacción con el lugar? ¿Quién es suficientemente Arquitecto para abstraerse de si y de los otros? ¿Qué constituye el acto de la Arquitectura? La autoridad percibida por el Arquitecto nombrado por los otros lo dota de la ilusión de máximo manipulador y proyector de límites, dibujante del donde, se auto-excusa del contexto que lo contiene y se estratifica en equidad con el lugar cuando en realidad el Arquitecto es quien habita y es  influenciado, el Arquitecto somos todos sin excepción de nadie. Arquitecto manipulado y manipulador, Arquitecto contenido y contenedor, se es Arquitecto de la misma forma que se es humano, Humano/Arquitecto ni una ni la otra por separado.

Este Antropotecto sabe que para entender al Arquitecto se necesita estudiar la Arquitectura individual, permitir que esta siga edificándose a partir del lugar que se habita, aportar al Donde personal mediando lo que se ha sido y lo que se será utilizando el objeto habitable construído. La naturaleza arquitectónica del ser humano lo dota de habilidades de afectación para con los otros y con si mismo y pretender que haber sido nombrado Arquitecto institucionalmente nos provee la capacidad de superponernos a la experiencia de vivir de los otros y nos da licencia de manipular el donde a partir de nuestra propia perspectiva da cabida a intervenir el espacio de manera equívoca con consecuencias devastadoras. El Arquitecto esta sumergido en su propio Donde y lo seguirá estando, edifique lo que edifique y construya lo que construya, no hay quien se excuse de esta condición pues es sólo desde la caja que uno puede estudiar la caja, no hay manera de escapar.

Al momento de redactar estas palabras me encuentro sentado sobre una silla, sentado en una habitación, sentado en un departamento, sentado en un edificio. Soy con el edificio y el es conmigo. Soy Arquitecto y habitante simultáneo, me repito por consecuencia tal vez, pero me repito.


Todos somos donde.

Saludos.