El eterno esteticismo cambiante inasible e imperdonable que esclaviza el ojo, el oído y la lengua. La lengua que saborea repitiendo a diestra y punta lo que le entra al oído indefenso de la imagen gustosa que ataca rápido a quien le
enfrenta. Dichosos dioses de la estética que a tecla y pantalla táctil, cobardes escudados de mil filtros, prostituyen mil estéticas apelando al gusto que escapa y se acuesta con el vecino y el amigo de las redes sociales. Gusto en tumbler no sé ni sabe nadie, gusto en tacones de pasarela y millones de dólares para que desde un carruaje estático pueda retomarse la pantalla y enviar gusto por paquetería a la puerta del esteticista ansioso por futuro fresco. Futuro gusto que prontamente y en tres canales y un superbowl será pasado encerrado en dos bolsas de plástico que harán a cuenta de otro inconexo impermeable del gusto con el que se hiciera el paquete amado antes.
Gustoso futuro de disgustar pasados repletos de moda estetizada. Gustoso disgusto consecuente del gusto de otros. Gustoso imaginario recurrente sediento de más nunca de menos, de nuevo nuevo novedad antes que mantener antigüedad. Gustoso disgusto no mas derrumbaras lo edificado ni contaminarás el ladrillo valeroso del caballero constructor. Gusto, ilusión de falsas temporadas e inventos desesperados. No gustes gusto a los disgustados que ya perecerán de poco gustar lo disgusto. Disgustado me tienes gusto y no me has de gustar hasta que liberes a los otros pobres que toda la vida te tratarán de alcanzar.
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